La Primera Guerra Mundial.
Las
disputas imperialistas.
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Durante
el s. XIX, Alemania demandaba una nueva realidad colonial algo
que trataban de impedir Gran Bretaña y Francia.
Ese
escenario fue testigo de tensiones internacionales, hecho acrecentado por el
nacimiento de nuevas potencias como
Japón o Estados Unidos, cada una de ellas con sus propios planes imperiales.
Dos episodios constituyeron la antesala
de la Gran Guerra. Tuvieron lugar entre 1904 y 1911 en Marruecos, área
bajo las aspiraciones coloniales francesas que Alemania utilizó para conseguir sus propios
beneficios coloniales. Se conocieron como “Crisis marroquíes”.
El
nacionalismo radical
En ese
proceso nacieron en el siglo XIX dos estados que jugarían un papel
fundamental en la historia de Europa: Alemania e Italia.
Al tiempo que esto acontecía, tenían lugar procesos de signo inverso que
supusieron la disgregación de
viejas entidades estatales en beneficio de otras nuevas. Fue el caso de la Turquía otomana, imperio que a finales del
siglo XIX estaba en plena descomposición, parte de la cual se desarrollaba en
el área de los Balcanes.
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La guerra franco-prusiana (1870),
puso los territorios franceses de Alsacia y Lorena en
manos de los alemanes. Desde entonces
nacionalismo francés no cesó de alentar el desquite y el rescate
de dichos territorios.
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Un tercer escenario de fricción
nacionalista lo constituyeron los imperios coloniales
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La crisis de los Balcanes (1906-1914),
La
desintegración del Imperio Otomano estuvo
acompañada de las reivindicaciones nacionalistas de los nuevos estados surgidos en el
siglo XIX. El nacionalismo se mezcló con problemas de carácter étnico,
religioso y cultural. Las grandes
potencias intervinieron en todos ellos según sus intereses, bien de
forma directa, caso de Austro-Hungría, Rusia e Italia, o indirecta, como ocurrió
con Alemania, Francia y Gran Bretaña.
Una serie
de crisis contribuyeron
a la inestabilidad de la zona y al estallido de la Gran Guerra:
Las relaciones entre
las potencias se fueron haciendo
cada vez más rígidas y surgieron tensiones que
se acrecentaron con los problemas coloniales. La situación propició la
formación de alianzas o
pactos de carácter político-militar cuyo fin fue proteger a los estados
integrantes en una eventual contienda bélica.
La Triple
Alianza
Se formó
en 1882 promovida por el canciller alemán Bismarck. Estuvo constituida por Alemania, Austria-Hungría e Italia. Sin embargo esta última no
cumplió sus compromisos cuando estalló la guerra y en principio se mantuvo
neutral hasta intervenir más tarde como miembro del bando contrario.
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A lo largo
del conflicto nuevas potencias se adhirieron a este bloque: Turquía (octubre de 1914) y Bulgaria (octubre de 1915).
La Triple
Entente
Se creó
en 1907 y sus integrantes fueron Francia, Gran Bretaña y Rusia, a las que se añadió más
tarde Serbia. Se conoce
también con el nombre de
los “aliados”. Los precedentes de esta liga hay
que buscarlos en la “Entente
Cordiale” de Francia y Reino Unido, instituida en 1904.
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Durante el
conflicto se incorporaron Bélgica (atacada
por Alemania); Japón (agosto
de 1914) aspirante a arrebatar a Alemania sus colonias del Pacífico y
sustituir su papel de potencia imperialista en China; Italia (mayo de 1915); Rumanía (junio de 1916), Portugal (marzo de 1916); Estados Unidos (abril de 1917); Grecia (junio de 1917); también
fue el caso de China y
varios estados latinoamericanos.
Las razones
que llevaron a la formación de alianzas fueron:
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Los recelos
británicos ante el incremento del poder económico y militar de
Alemania, empeñada en la construcción de una potente flota de guerra que
estuviese en condiciones de competir con la del Reino Unido.
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Los intereses contrapuestos de Alemania y Francia en Marruecos que originaron serios
conflictos diplomáticos en 1905 y 1911.
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El apoyo ruso a
Serbia, país independiente desde 1867, que aspiraba a conseguir
los territorios de Bosnia-Herzegovina, anexionados
entre 1908 y 1909 por el Imperio Austro-Húngaro. Rusia, vinculada a Serbia por
estrechos lazos de carácter étnico y una común condición de pueblos eslavos anhelaba liderar un
proyecto de unificación "paneslavo".
·
La preocupación de
Austria por el creciente nacionalismo serbio, al
que deseaba anular militarmente.
La entrada en guerra de los Estados Unidos de
América rompió el aparente equilibrio en que
se desarrolló el conflicto hasta 1917 e inclinó la balanza del lado de la
Entente.
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Entrada en
acción de las alianzas
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El
estallido de la guerra comprometía a
las potencias a intervenir en ayuda de sus respectivos aliados. La
declaración de guerra de Austria a Serbia fue el hecho que provocó la intervención de Rusia y Francia, sus
aliados.
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A partir de
ahí la incorporación de nuevos estados al conflicto se sucedió encascada.
El 28 de julio Austria-Hungría declaró la
guerra a Serbia. Rusia, aliada de Serbia hizo lo propio con Austria.
·
El 1 de agosto Alemania rompió la paz con
Rusia y dos días más tarde con Francia.
·
La penetración alemana en Bélgica con vistas a
la invasión de Francia, decidió a Gran Bretaña a declarar la guerra a los
germanos (4 de agosto).
·
Por su parte Italia, alineada en el bloque de
las potencias centrales, incumplió sus obligaciones con la Triple Alianza y se
mantuvo neutral (más tarde se incorporó a la guerra pero al lado de la
Entente).
Gran extensión
El
elevado número de contendientes, la enorme extensión geográfica afectada y la
relevancia demográfica que alcanzó el conflicto, justifican el apelativo
de "Gran Guerra" o "Primera Guerra Mundial".
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Aunque
se inició en el
continente europeo, con la implicación de Austro-Hungría y Serbia, el juego
de las alianzas militares arrastró a
la contienda a un
creciente número de potencias.
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Algunos
países beligerantes (Reino Unido, Francia, etc), poseedores de
vastos coloniales pusieron en pie de guerra sus respectivos dominios,
con lo que en la práctica participaron en las hostilidades los cinco
continentes.
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Aunque
los combates más duros se desarrollaron en Europa (Bélgica y Francia
fundamentalmente), los frentes se
prolongaron a lo largo de miles de kilómetros.
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Gran
duración
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Desde que
Austria-Hungría declaró la
guerra a Serbia el 28 de julio de 1914 hasta que Alemania firmó el armisticio el 11 de noviembre
de 1918, se desarrolló un conflicto bélico que superó en duración a cuantos habían
tenido lugar durante los siglos XVIII y XIX, si se exceptúan las guerras
napoleónicas.
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Tan solo
algunas pugnas coloniales o civiles lo sobrepasaron.
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Movilización
general
La antesala
de la guerra estuvo jalonada de tensos incidentes entre las potencias europeas. Éstas se embarcaron
en una política de rearme que no hizo sino agravar la
situación.
En vísperas
de la guerra todos los ejércitos reforzaron sus efectivos
El
ejército alemán pasó
de 621.000 hombres a 820.000. Austria-Hungría tenía
en activo 450.000. Francia amplió
el servicio militar obligatorio hasta 3 años de duración y contaba con unos
770.000 soldados. Rusia por
su parte, contabilizaba en 1914 el ejército más numeroso, 1.800.000 hombres en
armas.
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A lo
largo de la contienda estas cifras se incrementaron ostensiblemente y cada uno de los principales
ejércitos desplegó en los frentes millones de combatientes.
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Para hacer frente a ese esfuerzo se recurrió a la propaganda bélica: la prensa y la imprenta se
utilizaron para exaltar el patriotismo y advertir sobre los peligros a los
que se enfrentaba el país. Alemania desplegó
una política de exacerbado militarismo y
amplios sectores de la población se dejaron arrastrar por un sentimiento de
patriótico fervor que inundó incluso las escuelas.
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La
necesidad de efectivos para la lucha hizo que las edades de reclutamiento forzoso fuesen
ampliadas, dando lugar a la incorporación al combate de adolescentes y hombres de edad madura. Ello repercutió en una dramática escasez de mano de obra en la
retaguardia, que se palió en parte recurriendo a la mano de obra femenina.
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Hasta entonces la
mujer había intervenido en actividades como la fabricación de textiles o la
minería, sin embargo la inmensa mayoría había permanecido en sus hogares,
colaborando en las faenas agrícolas. La incorporación femenina a la producción industrial
sustituyendo en sus puestos de trabajo a los hombres supuso una
auténtica revolución social
que se decantaría con posterioridad y revelaría su verdadero alcance con la conquista de derechos políticos y legales de la mujer.
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La
duración, extensión y rigor del conflicto debilitaron la moral, tanto de los combatientes
como de la retaguardia, hecho que se intentó contrarrestar mediante el despliegue de agresivas campañas de expresión
patriótica en las que se exaltaba las hazañas de las tropas al tiempo que se
ridiculizaban las acciones del enemigo, calificadas por la prensa humorística
como torpes y blandas.
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Los
medios de comunicación (prensa y
radio) pasaron a ser controlados censurados por los gobiernos.
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Importancia
de la retaguardia
Frente a
contiendas anteriores, la Primera Guerra Mundial se desarrolló no sólo
en los frentes de batalla, sino también en la retaguardia.
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La
magnitud del conflicto, el gran número de potencias que se vieron implicadas
y sobre todo la colosal demanda de una guerra moderna, alentaron la
estrecha conexión entre
el frente y la retaguardia que lo aprovisionaba.
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Se puso
en práctica una fuerte planificación económica
acompañada de cambios en la organización productiva,
laboral y sanitaria.
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A las
líneas de combate llegaban grandes cantidades de pertrechos militares,
víveres y medicinas procedentes de las ciudades, elaborados por una industria que hubo de adaptarse a las necesidades bélicas.
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Los países
neutrales también sufrieron importantes transformaciones en sus estructuras económicas, pues se
convirtieron en proveedores de materias primas, alimentos y pertrechos y su
sistema productivo hubo de adecuarse a la demanda de los beligerantes. Así sucedió con Argentina, Brasil y España, cuyas exportaciones crecieron
a un elevado ritmo durante el conflicto.
El caso de
Estados Unidos fue singular: se erigió en el principal sostén de los
ejércitos aliados. Su intervención militar fue decisiva en el triunfo aliado,
pero no lo fue menos su apoyo económico y
financiero. Al término del conflicto se había convertido en el indiscutible acreedor de Europa y durante la
posguerra sus créditos permitieron la reconstrucción de las maltrechas economías de los
beligerantes, entre ellas la de su antigua enemiga, Alemania, a quien sus préstamos
sirvieron para paliar el grave problema de las indemnizaciones.
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