domingo, 5 de mayo de 2013

La Gran Depresión de 1929.


CAUSAS
Sobreproducción

La entrada en guerra de los Estados Unidos en 1917 inauguró una etapa de fuerte crecimiento. Su economía continuó a pleno rendimiento durante los años de posguerra alcanzando su cenit en 1924.
El mercado se inundó de mercancías, pero la demanda no creció a igual ritmo, lo que condujo a un desequilibrio que indujo a la saturación del negocio y la acumulación de stocks invendibles.
El descenso de ventas se intentó corregir mediante el recurso a créditos fáciles y la venta a plazos. Los estadounidenses se endeudaron y esta situación se prolongó algún tiempo.
Por otra parte, la prosperidad no afectó a todos los ámbitos económicos por igual, quedó restringida a la industria de bienes de consumo. En el campo y en el sector de las materias primas el escenario fue bien distinto.
El mercado americano se vio desbordado, tras una sucesión de excelentes cosechas, de productos agrícolas. Los stocks se fueron acumulando por cuanto la demanda europea, muy elevada durante los años de guerra, se contrajo tras el conflicto.
La reacción de los productores al intentar mantener sus ganancias fue intensificar la producción, pero el efecto que se consiguió fue negativo: el desplome de los precios. Entonces las autoridades federales pusieron en práctica una política de signo proteccionista basada en el incentivo de la destrucción de cosechas y la adquisición de excedentes con la pretensión de estabilizar los precios.
Al concluir la contienda, la retracción de las importaciones de los países beligerantes se tradujo en el incremento de los excedentes y desplome de los precios.
Los campesinos fueron incapaces de saldar las deudas contraídas con los bancos.

Especulación

La economía norteamericana de los años veinte se sustentaba sobre frágiles pilares pues, en buena parte, estaba orientada a la especulación. Una sustanciosa parte de las ganancias empresariales no era destinada la mejora de la productividad sino a negocios fáciles y rápidos.

Los excedentes monetarios iban a parar a las bolsas donde se adquirían acciones a bajo precio y se vendían en cuanto su cotización era elevada.
A partir de 1926 ese modelo económico entró en declive.
Paradójicamente este panorama no se correspondía con la euforia que vivía el mercado bursátil, donde la escalada en la cotización de los valores era ininterrumpida y alentada por la presión de la demanda.
La razón esencial de este crecimiento hay que buscarla en la crisis industrial, ya que la merma de los beneficios empresariales alentaba al capital a buscar otros ámbitos donde hacer cristalizar los negocios.
Parte del problema radicaba en que la fuerte demanda de acciones se sustenta en capitales obtenidos mediante créditos: los bancos prestaban dinero con la sola garantía de las acciones adquiridas.
La oferta y demanda de acciones originaron un desequilibrio entre el mercado de valores y la economía productiva.

Inflación crediticia
En una economía recalentada y con un elevado nivel de saturación del mercado, se generalizó el recurso al crédito bancario como fórmula para contrarrestar el descenso de demanda e incentivar el consumo de bienes procedentes de la industria (automóviles, teléfonos, refrigeradores, etc).


Dependencia
La dependencia se gestó durante el conflicto mundial de 1914, a lo largo del cual los aliados fueron recibiendo cuantiosos créditos que les permitieron la adquisición de material bélico, materias primas y alimentos.
El final de la guerra no alteró sustancialmente la situación; por contra los préstamos se extendieron incluso a los antiguos enemigos, especialmente a Alemania que los empleó para satisfacer los pagos de las indemnizaciones de guerra.
Las economías americana y europea estaban pues estrechamente vinculadas.
Cuando, a raíz de la crisis de 1929, el presidente Hoover, siguiendo una política proteccionista, elevó los aranceles sobre los bienes extranjeros, los europeos encontraron serias dificultades para resolver sus deudas con Estados Unidos.

La dependencia económica respecto a Norteamérica se extendió por el resto del mundo. Asia, América y África, suministradoras de materias primas, con economías orientadas a la exportación, fueron especialmente vulnerables a los vaivenes del mercado internacional.
El hundimiento de la economía estadounidense arrastró a las europeas, muy ligadas al dólar, a los créditos y al sistema bancario norteamericano. Al contraerse la demanda industrial, el tráfico de materias primas se redujo y las economías coloniales entraron también en recesión. América latina, India y las posesiones africanas de Europa fueron gravemente perjudicadas por una crisis de alcance internacional.



EL CRACK DE LA BOLSA DE NUEVA YORK
El 24 de octubre de 1929 ha recibido el nombre de "Jueves negro". Las razones de tal apelativo residen en que ese día la Bolsa de Nueva York, el mayor mercado de valores del mundo, se hundió y arrastró consigo a la ruina a miles de inversores desatando una crisis que condujo a la depresión de los años 30.
El 21 de octubre esas ventas se incrementaron, pero fueron contrarrestadas por las compras que realizaron las grandes entidades bancarias (Banca Morgan).
Ese 24 de octubre se pusieron a la venta 13 millones acciones sin que en contrapartida las compras fuesen significativas. El martes 29 fueron 33 millones las que se enajenaron. La oferta masiva de títulos devaluó su cotización e impulsó a los inversores a desprenderse de sus activos.
El camino hacia el crac comenzó cuando ciertos inversores, inquietos por los indicios de debilidad del mercado, decidieron vender. Especialmente sensibles a estos signos fueron los pequeños especuladores.
El temor y la preocupación precedieron al pánico y a mediodía de dicho jueves la policía se vio obligada a desalojar la Bolsa ante los tumultos que se produjeron en sus inmediaciones. Se rumoreaba que varios acaudalados millonarios, arruinados, se habían suicidado.
El paso siguiente en el proceso fue la actuación de los bancos, que temerosos de la retirada de ahorros por parte de sus clientes, vendieron sus propias acciones con el fin de obtener liquidez, acentuado de ese modo la caída del mercado.
El 29 de octubre el descenso continuó imparable a pesar del esfuerzo de los bancos por evitar el desplome de las cotizaciones mediante la adquisición de valores.
Las empresas fueron privadas de ese modo de una fuente esencial de financiación y se vieron empujadas a reestructurar la producción y sus plantillas laborales. Unas 32.000 firmas desaparecieron entre 1929 y 1932.
La interrupción de los créditos al consumo constriñó la demanda y la actividad productiva industrial. La combinación de restricción de créditos, quiebras bancarias y cierre de empresas originó un paro sin precedentes.


Extensión de la crisis
La exportación del desastre se originó cuando los bancos americanos, cancelaron sus aportaciones crediticias en el exterior, repatriando sus capitales y provocando la quiebra en cadena de los bancos europeos.
Europa (especialmente Alemania y Austria), con una economía estrechamente vinculada a los préstamos norteamericanos (unos 14.000 millones de dólares), dejó de adquirir productos americanos, retrayendo la demanda de alimentos y materias primas a terceros países. El comercio mundial se redujo entre 1929 y 1932 en dos tercios respecto al período precedente.
Las relaciones comerciales se contrajeron y se limitaron a acuerdos bilaterales interestatales.

Una excepción a la crisis fue la URSS. La revolución socialista de 1917 había triunfado, destruyendo el sistema capitalista.
Durante el desarrollo del Segundo (1933-1938), se introdujeron elementos organizativos que mejoraron la productividad y estimularon la competitividad (stajanovismo), convirtiendo al país en la tercera potencia mundial, por detrás de Estados Unidos y Alemania.


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